El grito de puto es expresión de desprecio, de rechazo. No es descripción ni expresión neutra; es calificación negativa, es estigma, es minusvaloración. Homologa la condición homosexual con cobardía, con equívoco, es una forma de equiparar a los rivales con las mujeres, una forma de ridiculizarlas en un espacio deportivo que siempre se ha concebido como casi exclusivamente masculino. El sentido con el que se da este grito colectivo en los estadios no es inocuo; refleja la homofobia, el machismo y la misoginia que privan aún en nuestra sociedad.
Bajo recurrentes insultos y gritos, algunas porras o barras utilizan burda e impunemente un lenguaje y simbolismos cargados de estigmas y prejuicios contra la diversidad por tono de piel, nacionalidad, apariencia y preferencia sexual. Las expresiones racistas, clasistas, xenofóbicas, machistas y homofóbicas buscan descalificar, intimidar, negar, reducir y anular a sus rivales, equipos, entrenadores, afición o árbitros. Son incluso utilizados estratégicamente dentro de la cancha para tratar de desequilibrar, desconcentrar y sacar de balance a jugadores del equipo contrario.
Los Estatutos de la FIFA, que deben observar todas las asociaciones y sus respectivos miembros, en su artículo 3 indica: Está prohibida la discriminación de cualquier país, individuo o grupo de personas por su origen étnico, sexo, lenguaje, religión, política o por cualquier otra razón, y es punible con suspensión o exclusión.